Cualquiera diría que alguien que llegue a Hollywood desde un país a 12.000 kilómetros de distancia y con un marcado acento tiene pocas probabilidades de triunfar. Sin embargo, eso no fue lo que pensó Hugh Jackman cuando, en el año 2000, hizo su entrada por la puerta grande de la meca del cine para interpretar el clásico personaje de Wolverine en la primera película X-Men, casi al mismo tiempo que protagonizaba con Meg Ryan la comedia romántica Kate & Leopold y Swordfish con John Travolta y Halle Berry.

Diez años después continúa recaudando millones de dólares con el mismo personaje de Wolverine (habrá otra versión en 2013) y también es una estrella en Broadway, formación que le permitió conducir con éxito la ceremonia del Oscar.

Su participación en un largometraje se ha constituido en garantía de buena taquilla. Su más reciente filme, Gigantes de acero, se estrena el 18 de noviembre en el país.

--¿Cuál fue la última frustración que sufrió en su carrera? --Después de la última película de Wolverine estuve un poco frustrado. Terminé con 10 kilos de músculos y era muy difícil hacer algo diferente. Tuve que posponer el espectáculo de Broadway y a mí me gusta hacer teatro, porque no estoy a merced del cine. Igual quiero mantenerme en esos dos mundos.

--Más allá del perfil de símbolo sexual, es más conocido como un hombre de familia. ¿Cómo disfruta el tiempo libre? --Ahora nos estamos preparando para ir a Francia. Nos gusta salir de viaje o campamento en familia. Acampar es divertido.

--¿Es una forma de buscar un lugar donde nadie lo conozca? --Realmente no. Yo no vivo en el mundo de Brad Pitt.

--¿Le gusta la idea de que sus hijos se críen en Estados Unidos? --Sí, los dos están en escuelas muy buenas. Claro que amo Australia. Y si por mí fuera, el centro del mundo del cine estaría en Sydney. Pero me siento bendecido con vivir ahora en una ciudadcomo Nueva York. Me encanta Broadway.

No puedo quejarme de la vida que llevo. Nadie tiene todo lo que quiere, pero en general soy muy feliz. Mis hijos están bien cuidados y todavía seguimos conectados con nuestras raíces. Ahora, estoy seguro de que mi hijo va a mudarse a Australia cuando cumpla 18 años porque me lo dice todos los días. Y yo voy a estar con él.

--¿Le costó interpretar al mal padre de la película Gigantes de acero? --Deberías ver todo lo que tengo que editar en mi vida real como padre. No, la verdad, soy como un chico grande y como padre me encanta esa parte en la que damos permiso para jugar. Pero claro, quiero pensar que soy mejor que mi personaje. Debe ser duro, porque él no estuvo con su hijo los primeros diez años de su vida. Y lo que me gusta es que él hace lo imposible por evitar el título de ser papá. Llegó a un punto en su vida en el que siente que fracasó tanto que es mucho más fácil dejar de participar, incluido en el hecho de ser padre.

En la futurista película Gigantes de acero, con una mezcla de Rocky y Transformers, Hugh Jackman interpreta un boxeador que pierde la oportunidad del título mundial cuando unos robots son los que suben al ring. Pero después de conocer el fracaso en primera persona, con la ayuda de su hijo construye y entrena un robot propio para convertirlo en el próximo campeón.

--¿Cómo fue la experiencia de estar Sugar Ray Leonard en Gi- gantes de acero? --No lo podía creer. Es como una leyenda del boxeo y al principio, cuando lo conocí, yo estaba impresionado. Se ve muy bien, joven, lleno de energía, como si nunca le hubieran pegado. Hablamos muchísimo sobre la importancia de la relación que tiene el hombre de la esquina del ring con el boxeador. Él insistió mucho en que yo debía tener una mirada especial. Sabíamos que del otro lado había un robot, pero no importaba. Sugar Ray decía que había que verlos desde el rincón como si fuéramos su fuerza. Era genial.

--¿Y entrenó con él? --Sí, un poco. Pero yo ya había empezado a entrenar para la película, para estar en forma, porque también es la manera de mantener un buen físico.

Igual quería mostrar que podía pegar un buen golpe y por eso trabajé con Sugar Ray. Él me ayudó bastante.

--Parece haberlo logrado todo en su carrera, ¿cambiaría algo en particular? --No quiero ver la mitad del vaso vacío. El hecho de que me paguen por lo que genuinamentehago es algo que me asombra todos los días. ¿Me sale todo como quiero? No.

¿Puedo quejarme de algo? Seguro, pero no es el propósito de la vida amargarse cada vez más, sino ser mucho más agradecido. Y yo agradezco mucho, mucho, todo lo que tengo. Es algo que aprendí cuando hice The Boy From Oz en teatro.

Cuando estrenamos, las críticas eran terribles y parecía que había tomado la peor decisión.

Pero después de un tiempo, finalmente aprendí que estoy en una posición afortunada en la que puedo elegir, algo que definitivamente no tenía cuando empecé a trabajar como actor.

Y cuanto más esté con quienes me siento mejor, es más fácil si llego a fracasar o hacer algo mal. Y esa lección funciona para todo en la vida.